21 septiembre 2009

El colectivo de los Mil Yoes


Comenzó hinchándoseme el dedo meñique de la mano derecha, un cosquilleo doloroso que terminó cuando ese extraño bulto se convirtió en otro dedo meñique. A ese dedo le surgieron 4 más, y de ellos un brazo, de mi cuello una cabeza y de mi pelvis otra pelvis. Al poco había surgido otro yo exactamente igual al otro lado de la cama. Alarmado por lo raro de la situación decidí no darle importancia y seguir intentando dormir, pero el otro yo insitía en charlar conmigo. ¿Para qué si te puedes contestar tú mismo?. Es curioso verte duplicado, lo primero que pensé fueron cosas como que estoy muy gordo, que tengo mucho pelo en el canalillo del culo y que debería cortarme las uñas de los pies más a menudo. ¿Para qué intentar entender lo que no puedo?. Y así me quedé dormido, con mi otro yo al lado roncando.

Al despertar comprobé muy cabreado que este extraño fenómeno de la clonación espontánea me había vuelto a ocurrir durante la noche. No había uno sino 5 o 6 yoes dando vueltas por la casa, comiéndose mi comida, ensuciando mi baño, utilizando mi cepillo dientes. Pero esto de la clonación espontánea no sólo me ocurría a mi sino a ellos también, así que pronto hubo como 20 yoes haciendo ruido, hablando entre ellos, ensuciando la casa... utilizaron toda mi ropa con lo que había unos cuantos en porretas intentando vestirse con periódicos y papel albal. Cuando no pasaba uno tirándose un pedo otro se echaba a dormir debajo de la mesa u otros se peleaban por mear en la taza a la vez. Esto no podía seguir así, cogí a los que no tenían ropa y los eché a la calle a que se buscaran la vida, "haced algo de provecho gandules!" y "no volváis hasta que tengáis ropa so cerdos!"...

Pero me fui acostumbrando, y pronto se revelaron las ventajas de tener varios yoes, y las exploté, claro que si. Cada día le tocaba uno ir a currar, limpiar y cosas así con lo que nunca volví a trabajar. Como tenía yoes de sobra, los mandaba a robar a la calle y ejercer la mendicidad e incluso la prostitución. Alguno lo tiré por la ventana sólo por verme como sería morir, o luchas a muerte con espadas en el salón, amputación de genitales a la carta más baja, lobotomías craneales etcéra. Total, las duplicaciones se habían convertido en multiplicaciones y algo había que hacer con tanto yo por ahí suelto.

En el tema del sexo era una ventaja tener tantos yoes, como a mi me da verguenza ligar, mandaba siempre a los otros a hacer el trabajo difícil, luego si había éxito le intercambiaba por mi yo en el momento de empujar y si la chica quería repetir, pues los otros yoes se rotaban. Imaginad tener más de 100 yoes echando fichas por ahí, con 20 que funcionen, pues 20 polvos con tías diferentes que te sacas. Y si no había éxito, siempre me lo podía montar con alguno de mis mismos yo, es como una paja de toda la vida pero mucho más sofisticada, onanismo extremo, incluso hacíamos tríos conmigo yo y demás, lo más jodido era lo sucio que se quedaba todo.

Al cabo de las primeras semanas las autoridades se empezaron a mosquear, éramos el colectivo de los mil yoes, una banda de atracadores autohomosexuales nudistas y poco amigos de la higiene bebiendo cerveza por la ciudad. Teníamos nuestra propia liga de de fútbol, una legión de mendicantes, decenas de chulos y prostitutos, incluso una peña taurina y un coro rociero. ¡Y todo esto con más de la mitad del colectivo en la cárcel!

Cuando quisieron reaccionar ya era tarde, mandaron al ejército y a la policía a por nosotros pero entre los amotinamientos en las cárceles, la anarquía callejera y nuestra sección de quintacolumnistas, acabamos con todos ellos primero. La quinta columna fue una de las operaciones mejor realizadas por mi yo multiplicado, porque llevaban ropa, bigote postizo y gafas, y con este simple camuflaje me introduje en todas las capas del poder... mis yoes eran banqueros, jueces, políticos... corrompimos al mundo desde su misma base, derrumbando el sistema, instaurando el Nuevo Orden Yoísta.

Pero al cabo del tiempo, la reproducción incontrolada de mis yoes fue derivando en superpoblación. Consumiendo a pasos cada vez más agigantados los pocos recursos del planeta, pronto no hubo sitio para los humanos fuera del colectivo, estos murieron de hambre y antropofagia. La autoplicación paró en ese mismo momento en que desapareció el último no-yo, nunca entendí por qué. El caso es que a los pocos años sólo quedábamos un puñado de yoes hambrientos dados al autocanibalismo salvaje.

Hasta llegar al día de hoy, en donde me encuentro sólo como único ser de la tierra, después de haber sacrificado, deshollado, deshuesado, cocinado y másticado hasta mi último pedazo de yo.









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[Te debo una caña Javi]

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