01 marzo 2009

El extraño fenómeno del hombre unisobacado

Hubo una vez en la tierra un hombre que tenía un grave y cruel problema en su cuerpo. Ese hombre era normal físicamente en todos los sentidos, piernas, brazos, pelo, pene de mediano tamaño... todas las dotaciones corrientes en cualquier ser humano, excepto por un asombroso fenómeno sin parangón: Germán sudaba sólo por un sobaco lo que se suda por los dos.

Este asunto lejos de ser anecdótico representaba un duro problema para su vida ya que ni el desodorante más portente evitaba que el sudor de su sobaca derecha se fermentara a las pocas horas de lavarse. El indescriptible olor a choto que emanaba Germán afectó seriamente a su vida porque el problema surgió un día de repente y sin avisar. La gente que le rodeaba le fué dando de lado poco a poco, ya nadie le llamaba para salir, nadie le acompañaba a fumar en el trabajo y los perros le ladraban sólo con acercarse. El pobre Germán intentó todo tipo de ingenios para sortear su defecto, se depiló el sobaco derecho, sólo saludaba con la izquierda, bailaba en las discotecas con el brazo constantemente pegado al cuerpo, hablaba a la gente de lado, aprendió a detectar en qué dirección corría el aire para colocarse a favor con con sólo sacar la lengua... pero todo esto falló estrepitosamente, no sólo no logró disimular el olor sino que la gente pensaba que además de guarro estaba loco, un tipo que sólo habla de lado, que saca la lengua constantemente y se mueve, que iba al trabajo con el traje recortado para enseñar un sobaco depilado... en fin, Germán se quedó solo.

Visitó toda clase de especialistas, intentó arrancarse la piel de la axila, pincharse botox, chamuscarse la zona con un tizón al rojo vivo, pero todo fue en vano, cada vez chorreaba más litros de asqueroso sudor. Finalmente Germán se dió por vencido.

Pero a pesar de todo, Germán aprendió a aceptar su minusvalía y hasta le llegó a sacar partido, se acostumbró a la soledad cuando empezó a ver las ventajas de su nueva situación. Siempre encontraba asiento en el metro, los partidos de fútbol, el cine y los conciertos se veían como nunca al tener siempre uno o dos metros de perímetro libre alrededor del sobaco diestro, su mujer y sus hijos dejaron de darle el coñazo para siempre y ya no tendría que ir jamás a ningún bodorrio, cumpleaños, navidades y otros eventos familiares insoportables. Con lo que ahorró en regalos, hijos y demás, pudo dedicarse a la cría de camellos para explotación culinaria, el gran sueño de su vida. Germán murió en agosto de 1981 de una pancreatitis, pero dejó de legado al mundo un ejemplo de superación de las discapacidades único, además de la deliciosa hamburguesa de camello que hoy podemos disfrutar en los MacCamels.




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