29 marzo 2009

YO soy la justicia

Hay veces en la vida en que uno ha de tomar partido por la decencia, la entereza moral y la JUSTICIA con mayúsculas. A veces, algunos somos tomados por una fuerza mayor que literalmente nos obliga a devolver el equilibrio al universo, acción y reacción, crimen y castigo, todo para enseñar a los hijosputa, a los listos de la vida a respetar a sus semejantes. Esto es lo que me acaba de pasar hace un rato, un arrebato, una sed de equilibrio cósmico que paso a relatar a continuación.

En el piso nuevo no tenemos aún el cartel de vado que el ayuntamiento lleva meses tramitando, un garaje de 3 plantas de un edificio grande con gente viviendo, con mudanzas en marcha y un constante trasiego de vecinos entrando y saliendo. Pues bien, para hijoputa listus vulgaris madrileñum esto no significa nada, lo importante es la ausencia de cartelito que les "legaliza" a aparcar delante de la puta puerta del garaje del edificio bloqueando la entrada y salida de cualquier vehículo del edificio, temen a la multa pero no al acto en sí de joder al semejante. El vado tiene el bordillo rebajado, vallas delimitadoras, y un semáforo para regular el tráfico de subida y bajada. Pues aún así, es habitual encontrarse coches y furgonetas dando porculo aparcados en toda la puta puerta, sobre todo los días como hoy de rastro.

Los gentuza pardillos piensan "aahh.. no tiene cartel pues aparco, no me van a poner multa" multa no cabrón, pero te las vas a ver con mi mala ostia, que de eso tengo mucho. Ayer a medio día ya había un corolla, por la noche seguía ahí. Al bajar al bar aproveché a tirar unos buenos gargajos de esos espesos que pesan, que saben a váter y queman en la boca, los escupí en todo el parabrisas a modo de advertencia, y para que quedara claro le adorné el capó con una bolsa de basura.

Pero hoy ha sido peor, seguía el corolla pero sin la bolsa de basura, y para rematar además había una furgoneta de empresa detrás, cerrando toda posibilidad de maniobrar en la acera y poder sacar el coche de ninguna manera. Ahí empezó mi posesión justiciera, me convertí en el tío de la vara. ¿Qué yo me tengo que quedar esperando a que los hijos de puta terminen de tomarse cañas o comprar en el rastro para irme?? unos cojones!!! AARRRGGGGHH

El primer retrovisor voló sin desprenderse de su anclaje ante la atónita mirada de la vieja de la puerta de la iglesia, mi zurda siempre fue potente pateando cosas, de hecho tiraba mejor a puerta con pata torpe cuando jugaba al fútbol.

Seguidamente y presa de mi incontenible ira, puse en posición el retrovisor del corolla que tan cuidadosamente el dueño se encargó de retraer, volví a alzar mi improvisada herramienta de castigo, y con un fuerte y certero chute puse a brillar el cielo gris de madrid con los reflejos de cientos de pedacitos de espejo que parecían caer a cámara lenta como en una peli de John Woo. La anciana de la iglesia, aterrorizada, se metió corriendo en la iglesia, sin entender lo que ocurría, quizás pensando en que ella iba a ser lo próximo.

Aliviado y tranquilo, entré en el portal y subí a casa. Instintivamente nada más llegar nos pusimos a mirar desde la terraza mi obra de represalia cuando al poco, y seguramente por intervención divina vimos llegar primero a la dueña del corolla, una chinata que no entendía cómo tenía el retrovisor roto cuando había aparcado en la puerta de un garaje más de un día, y al mismo tiempo, el macarra de la furgoneta, menos sorprendido, asumiendo seguramente su pena y largándose de inmediato con el rabo entre las piernas. Un

No fui yo sino el veredicto de los dioses, una intervención del karma, la justicia universal que habló a través de mis patadas, donde no alcanza la policía es donde empiezo yo. Combatir al fuego con más fuego, pelear por el orden de las cosas, la paz cósmica comienza con la petinencia. Yo soy el vengador de los justos, de los tibios, los pusilánimes y los apocados. Estos villanos seguro no volverán a aparcar en un vado pero quedan tantos por aprender la lección...

Ya sabéis amigos, no aparquéis en vados para ir al bar, ni en aceras ni en pasos de cebra, que jodéis a gente con carritos, en sillas de ruedas o invidentes, que el peso de la justicia cósmica caerá sobre vosotros con la violencia de mi zurda.


He dicho.


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01 marzo 2009

El extraño fenómeno del hombre unisobacado

Hubo una vez en la tierra un hombre que tenía un grave y cruel problema en su cuerpo. Ese hombre era normal físicamente en todos los sentidos, piernas, brazos, pelo, pene de mediano tamaño... todas las dotaciones corrientes en cualquier ser humano, excepto por un asombroso fenómeno sin parangón: Germán sudaba sólo por un sobaco lo que se suda por los dos.

Este asunto lejos de ser anecdótico representaba un duro problema para su vida ya que ni el desodorante más portente evitaba que el sudor de su sobaca derecha se fermentara a las pocas horas de lavarse. El indescriptible olor a choto que emanaba Germán afectó seriamente a su vida porque el problema surgió un día de repente y sin avisar. La gente que le rodeaba le fué dando de lado poco a poco, ya nadie le llamaba para salir, nadie le acompañaba a fumar en el trabajo y los perros le ladraban sólo con acercarse. El pobre Germán intentó todo tipo de ingenios para sortear su defecto, se depiló el sobaco derecho, sólo saludaba con la izquierda, bailaba en las discotecas con el brazo constantemente pegado al cuerpo, hablaba a la gente de lado, aprendió a detectar en qué dirección corría el aire para colocarse a favor con con sólo sacar la lengua... pero todo esto falló estrepitosamente, no sólo no logró disimular el olor sino que la gente pensaba que además de guarro estaba loco, un tipo que sólo habla de lado, que saca la lengua constantemente y se mueve, que iba al trabajo con el traje recortado para enseñar un sobaco depilado... en fin, Germán se quedó solo.

Visitó toda clase de especialistas, intentó arrancarse la piel de la axila, pincharse botox, chamuscarse la zona con un tizón al rojo vivo, pero todo fue en vano, cada vez chorreaba más litros de asqueroso sudor. Finalmente Germán se dió por vencido.

Pero a pesar de todo, Germán aprendió a aceptar su minusvalía y hasta le llegó a sacar partido, se acostumbró a la soledad cuando empezó a ver las ventajas de su nueva situación. Siempre encontraba asiento en el metro, los partidos de fútbol, el cine y los conciertos se veían como nunca al tener siempre uno o dos metros de perímetro libre alrededor del sobaco diestro, su mujer y sus hijos dejaron de darle el coñazo para siempre y ya no tendría que ir jamás a ningún bodorrio, cumpleaños, navidades y otros eventos familiares insoportables. Con lo que ahorró en regalos, hijos y demás, pudo dedicarse a la cría de camellos para explotación culinaria, el gran sueño de su vida. Germán murió en agosto de 1981 de una pancreatitis, pero dejó de legado al mundo un ejemplo de superación de las discapacidades único, además de la deliciosa hamburguesa de camello que hoy podemos disfrutar en los MacCamels.




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