Los sueños en alta definición (II)

Voy a derramar sobre estos bytes mi sueño de esta noche antes de que se pierda en la cueva de la memoria. Va de camellos, drogas y muerte.

En Egipto se vive un momento de tensión extrema, esta mañana los noticiarios abrían con las imágenes de la noticia, un hecho inaudito que traerá al mundo en vilo las próximas generaciones y quien sabe si incluso ayudará a limar tensiones entre el mundo moro y el occidental. Miles, quizá de millones de camellos del desierto y sus dueños cruzaban las fronteras buscando asilo en los países limítrofes. Montados en autobuses, conduciendo camiones repletos de refugiados, los animales huían de un hecho inquietante para algunos de ellos y atroz para toda la comunidad humana.

Los camellos habían tomado conciencia de sí mismos. Algunos incluso tenían la capacidad del habla y del raciocinio. Algunos camellos avanzados habían creado en medio del desierto una especie de "jardín final del camello", un cementerio de camellos, algo así como hacen los elefantes. Un lugar idílico lleno de exóticas plantas y flores, olores embriagadores y ... droga! un lugar donde se busca el sentido final y todos los camellos habían sido llamados a participar de él.

Un destino vital desconocido para mí que me propuse investigar, seguí a mi camello parlanchín que habia decidido entregarse a tan excepcional fenómeno. Durante el camino pude conocerle mejor resultando que tenía un gran sentido del humor, sus habilidades raciocínicas aumentaban según nos acercábamos al jardín y me descojonaba con sus coñas, menudo crack mi camello y yo sin saberlo. Así atravesamos las enormes verjas que acotaban el jardín, tan altas como las torres kío y tan delgadas como patas de jirafa.

Que esplendor, que magno lugar, fresco, húmedo, limpio ... se podía respirar felicidad a cada paso que dábamos en aquel paraíso. Pregunté a mi camello por qué se le llamaba cementerio, que no parecía tal cosa, el me respondió un galimatías confuso que no pude compreder, algo de un estado superior del alma quizás. No comprendí, pero mientras pisaba la húmeda grava y respiraba profundamente el aroma del lugar, fortuitas ramas y espinas de flores cada vez más gigantescas y hermosas pellizcaban mi piel, lejos de sentir dolor o molestia, sentí picor, frescor, alivio... bienestar... flotar... en seguida lo comprendí, aquello era un jardín de opiáceos mágicos. Había algo más en todo aquello, algo marvilloso, algo...

y sonó el puto despertador.
como jode que se corten los sueños aunque creo que si no se cortaran, jamás se recordarían.


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